domingo, 11 de noviembre de 2012

El Anfiteatro Flavio o Coliseo

80 d.C. Roma.


El emperador romano Vespasiano dio comienzo en el año 72 a la construcción del más grande anfiteatro de la antigüedad. Fue terminado en el año 80 gracias a su sucesor Tito. El nombre de Coliseo se debe, probablemente al “coloso” de Nerón, una estatua gigantesca de bronce dorado que representa al propio emperador con rayos solares que rodean su cabeza. Esta estatua que, en principio dominaba el vestíbulo de la “Domus Aurea”, fue desplazada por Adriano al lado del anfiteatro. En el Coliseo se celebraban espectáculos de todo tipo: naumachiae (batallas navales); venationes (caza de animales salvajes); y numera (combates de gladiadores).
El edificio tiene una planta elíptica. Su eje mayor mide 188 m. y el menor 156, alcanzando una altura máxima de 48,50 m. Su perímetro exterior sobrepasa el medio kilómetro. La arena interior tenía una superficie de 76 x 45 m. En su construcción se utilizó el travertino extraído de las canteras de Tívoli, aunque también se usó el ladrillo, el tufo y el hormigón para muros y bóvedas. Con el mármol se embellecieron las zonas más nobles. El arco de la entrada principal se adornaba con la escultura de una cuádriga.
El anfiteatro tiene cuatro pisos. Los tres primeros con ochenta arcadas sostenidas por pilastras y delimitadas por semi-columnas de orden toscano en el primer piso; jónico en el segundo y corintio en el tercero. En el segundo y tercer piso, los nichos de arcada albergaban estatuas de mármol de personajes de fama o divinidades. El cuarto piso fue mandado añadir por Tito a modo de ático con ventanos abiertos cada dos intercolumnios. En este piso se encastraban los mástiles destinados a sujetar el velarium que protegía a los espectadores del sol y de la intemperie. La fachada ocultaba una estructura de ladrillo y cemento, que permitía múltiples combinaciones de escaleras, rampas, túneles y arquerías.
Una red de galerías, escaleras y vomitorio facilitaban el acceso a las gradas o cuneus. La cavea podía contener hasta 50.000 espectadores, incluyendo aquellos que permanecían de pie. La arena ocultaba un entablado de madera con las estructuras subterráneas destinadas a almacenamiento de los equipos, locales de servicio para los espectáculos y pasadizos por donde podían trasladarse fieras a cualquier lugar, y hacerlas surgir mediante grúas en el punto más insospechado.

La importancia y simbología que tenía esta edificio para los romanos, se observa a las claras en las palabras del Venerable Beda (672-735), sacerdote y letrado inglés, quien se expresaba de esta forma sobre el Coliseo: “Mientras el Coliseo siga en pie también Roma existirá; cuando caiga el Coliseo también Roma caerá; pero cuando Roma caiga será una ruina para todo el mundo”. Sin embargo, nada es eterno: tras la caída del Imperio, el anfiteatro fue abandonado y, en el Renacimiento se utilizó como cantera de la que se arrancaron sillares con los que se labraron los palacios Venecia, Barberini, Farnese o el Duomo de Orvietto.