domingo, 27 de septiembre de 2009

El Díscobolo. Mirón


450 a.C. Museo Nazionale de Roma
El siglo V a.C. fue una época convulsa para la sociedad griega, amenazada por el imperio Persa comandado por Darío I y, más tarde por Jerjes I. De este modo, la escultura desarrolló el llamado estilo severo cuyos máximos representantes fueron Mirón - a quien corresponde este Discóbolo-, Fidias y Polícleto. Estos creadores plasmaron en sus obras la dignidad y el autodominio que debían de poseer los ciudadanos y los guerreros de Grecia ante la terrible amenaza llegada de oriente.
La escultura clásica griega representa la belleza física y el equilibrio espiritual de los grandes personajes de la época. La belleza es la medida de todas las cosas y viene dada por la proporción entre las partes y la idealización del cuerpo humano. Además, como evolución de la estatuaria arcaica intenta ser expresiva, en el rostro, pero con más fuerza en el movimiento.
El Discóbolo de Mirón reproduce el momento de máxima tensión del atleta justo antes de iniciar el rápido giro que le llevará a lanzar el disco. Un momento fugaz: el de máximo desequilibrio del cuerpo. Su autor intenta plasmar el movimiento a través de el cuerpo en contorsión formando dos arcos que se cortan (el torso y los brazos), contraído y apoyado en el pie derecho. Se puede observar la tensión muscular en el brazo que sostiene el disco, en los gemelos del atleta y especialmente en los dedos del pie derecho que se intentan agarrar al suelo para poder dar un mejor punto de apoyo al tronco en su violento giro.
Sin embargo, las facciones son poco expresivas todavía en Mirón. Los ojos están bien abiertos, la barbilla es redondeada y firme y la corta boca muestra una sonrisa de calma profunda. Su autor tampoco consigue dar a la figura el volumen deseado y representa los músculos planos. Tendríamos que esperar al siglo siguiente con Lisipo y Praxíteles para encontrar la más sublime representación de la expresión y el volumen en las esculturas griegas.

sábado, 13 de junio de 2009

Los Colosos de Memnón


Son dos estatuas de casi 16 metros de altura que representan al rey Amenhotep III. Fueron talladas sobre bloques de cuarcita. Las tallas muestran al faraón snetado, sus manos reposan en las rodillas y su mirada se dirige hacia el este, en dirección al Nilo y al sol naciente. Están acompañadas por las figuras, a menor escala, de la esposa y la madre del faraón. Estos colosos se encontraban flanqueando la entrada del pilono de acceso al templo funerario de Amenhotep III, rey de la Dinastía XVIII del Imperio Nuevo.
La función original de los colosos fue la de vigilar la entrada al templo funerario. Este complejo fue un centro de culto, construido en vida del faraón, en el que se le adoraba como al dios en la tierra. En esos días, el complejo del templo era el mayor de todo Egipto, incluso mayor que el de Karnak. Hoy, sin embargo, quedan pocos vestigios de su existencia.
Existe una estela en el Cairo que alude a la grandeza del monumento funerario de Amenhotep III y a los Colosos de Memnón:
"
Hizo un monumento para Amón... de arenisca fina trabajada con oro. Sus pavimentos fueron purificados con plata. Todas sus puertas con oro fino. Es muy grande y decorado para siempre. Está adornado con este monumento (la estela) y enriquecido con estatuas del señor (¿los colosos?), de granito de Yebu..."
El nombre de Colosos de Mamnón tiene un origen greco-romano y proviene del rey de los etíopes muerto en la guerra de Troya a manos de Aquiles, quien así vengaba la muerte de Antíloco. La fama de estas estatuas en aquella época se debe a que la situada a la derecha emitía un sonido peculiar a la salida del sol. Esto fue interpretado como los gemidos de Memnón que cada mañana saludaba a su madre Eos (la Aurora) por el horizonte.
En realidad, lo que ocurrió, según Estrabón, fue que un terremoto desmoronó la parte superior de esta estatua formando una grieta hasta la cintura. El calentamiento de la piedra con los primeros rayos del sol hacía que se produjese este sonido tan caracterísitico. El lugar se convirtió en motivo de peregrinación para observar este fenómeno, recibiendo la visita de personajes ilustres como el emperador Adriano y su esposa Sabrina que dejaron grabadas sus impresiones en el zócalo de la estatua. el coloso "gimió" hasta que fue restaurado ya en la antigüedad por orden de Septimio Severo en el siglo III d.C.

viernes, 20 de febrero de 2009

Salón de los polícromos


15.ooo BP. Altamira (Santander)
En el techo de la cueva y aprovechando las protuberancias de la roca encontramos representados veinte bisontes, diecisiete de los cuales ocupan la mayor parte de la composición. Estos se encuentran delimitados por un jabalí, dos ciervos y dos caballos que ocupan una posición marginal.
Las imágenes pertenecen a lo que el abate H. Breuil llamó el "estilo IV". Las características de este estilo nos hablan de que el contorno de las figuras es más aproximado
a la realidad fotográfica que sus antecesoras. Sin embargo, existen convenciones como el de las crines de los bisontes que se representan siempre de igual manera o la "M" ventral de los caballos. Las astas, cuernos y pezuñas están representadas en perspectiva normal, abandonando así la perspectiva torcida.
En cuanto al color hay que decir que, aunque se haya llamado a esta sala el "salón de los polícromos", en realidad tan solo se utilizan dos colores: el negro del manganeso y el rojo del óxido de cobre o de hierro. El efecto polícromo se obtiene debido a los distintos matices y espesores de los pigmentos así como al uso de raspados y finas líneas.
Parece fuera de duda que estas manifestaciones no representan "el arte por el arte". Sabemos que hay en ellas concepciones sociales y es posible que religiosas. Se han expuesto muchas interpretaciones como las de la magia propiciatoria, la de la reproducción animal y humana o que representaban a los animales cazados por el clan. A pesar del tiempo transcurrido y de su estudio, no se ha llegado a conclusiones ampliamente satisfactorias.