sábado, 13 de junio de 2009

Los Colosos de Memnón


Son dos estatuas de casi 16 metros de altura que representan al rey Amenhotep III. Fueron talladas sobre bloques de cuarcita. Las tallas muestran al faraón snetado, sus manos reposan en las rodillas y su mirada se dirige hacia el este, en dirección al Nilo y al sol naciente. Están acompañadas por las figuras, a menor escala, de la esposa y la madre del faraón. Estos colosos se encontraban flanqueando la entrada del pilono de acceso al templo funerario de Amenhotep III, rey de la Dinastía XVIII del Imperio Nuevo.
La función original de los colosos fue la de vigilar la entrada al templo funerario. Este complejo fue un centro de culto, construido en vida del faraón, en el que se le adoraba como al dios en la tierra. En esos días, el complejo del templo era el mayor de todo Egipto, incluso mayor que el de Karnak. Hoy, sin embargo, quedan pocos vestigios de su existencia.
Existe una estela en el Cairo que alude a la grandeza del monumento funerario de Amenhotep III y a los Colosos de Memnón:
"
Hizo un monumento para Amón... de arenisca fina trabajada con oro. Sus pavimentos fueron purificados con plata. Todas sus puertas con oro fino. Es muy grande y decorado para siempre. Está adornado con este monumento (la estela) y enriquecido con estatuas del señor (¿los colosos?), de granito de Yebu..."
El nombre de Colosos de Mamnón tiene un origen greco-romano y proviene del rey de los etíopes muerto en la guerra de Troya a manos de Aquiles, quien así vengaba la muerte de Antíloco. La fama de estas estatuas en aquella época se debe a que la situada a la derecha emitía un sonido peculiar a la salida del sol. Esto fue interpretado como los gemidos de Memnón que cada mañana saludaba a su madre Eos (la Aurora) por el horizonte.
En realidad, lo que ocurrió, según Estrabón, fue que un terremoto desmoronó la parte superior de esta estatua formando una grieta hasta la cintura. El calentamiento de la piedra con los primeros rayos del sol hacía que se produjese este sonido tan caracterísitico. El lugar se convirtió en motivo de peregrinación para observar este fenómeno, recibiendo la visita de personajes ilustres como el emperador Adriano y su esposa Sabrina que dejaron grabadas sus impresiones en el zócalo de la estatua. el coloso "gimió" hasta que fue restaurado ya en la antigüedad por orden de Septimio Severo en el siglo III d.C.

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